La era del basilisco

Y entonces el basilisco abandonó la cueva en la que se hallaba recluido, y los hombres volvieron a convertirse en piedra.

Y los obreros de antaño, que dieron su vida para encerrar a la bestia, se removieron en sus lechos de tierra. Y las estatuas erigidas en su honor se derrumbaron.


El basilisco posó su paralizante mirada en todo aquel que mostraba debilidad y, poco a poco, los ánimos de los hombres fueron mermados. Y aquellos que antaño eran fuertes dejaron caer sus armas. Y el imperio del gran lagarto derrumbo sus casas, creando grandes templos para el Dios Reptil. Y el saurio reinó para todos con despotismo. Y se prohibieron las hogueras, pues cualquier fuego era peligroso para la estabilidad del reino. Y llegó una época oscura y terrible, llena de miedos y vergüenzas, plagada de malos hábitos y de desiertos de ideas.


Los seguidores del basilisco pisotearon a sus hermanos, y con sus huesos y su carne dieron de comer a la bestia. Y la bestia creció más y más, y mientras más crecía, más se debilitaban los hombres. Y los músculos de los hombres se atrofiaron, y el cerebro del hombre también se convirtió en piedra, y sus actos pasaron a ser un reflejo de la sociedad, y la sociedad en un nido de basiliscos.


Pero nada dura para siempre, y aunque el lagarto parezca inmortal, en algún momento alguien se alzará y, con armadura de espejos, derrotará a las bestias de una vez por todas, y los hombres serán libres de nuevo, y la humanidad vivirá ese otro mundo posible.


Ojalá nuestros ojos lleguen a verlo.